El papel esencial de la valoración en la inversión a largo plazo
AUTOR
Ross Cartwright
Estratega jefe
Grupo de estrategias e información
Conclusiones principales:
- Distinguir entre precios y valor
- Un entorno de altas valoraciones incrementa la necesidad de disciplina y selectividad
- Las rentabilidades duraderas a largo plazo dependen de la valoración
En estos momentos, las valoraciones revisten una gran importancia para los inversores en renta variable. En el mercado actual, el sentimiento, la liquidez y el dinamismo temático, en especial en torno a la inteligencia artificial, han hecho que las valoraciones de las acciones estadounidenses se disparen hasta alcanzar cotas máximas inéditas, por lo que muchos inversores se preguntan por el papel de la valoración en el llamado «nuevo paradigma de inversión» para las acciones. Sin embargo, la historia ha demostrado, en reiteradas ocasiones, que los mercados pueden tambalearse cuando no se tienen en cuenta las valoraciones. Tomando prestada la observación de Oscar Wilde, «un cínico sabe el precio de todo y el valor de nada». Como gestores responsables a largo plazo, debemos centrarnos en los fundamentales que son el motor de la rentabilidad. Así pues, la valoración no solo es relevante, sino que es esencial.
¿Qué es una acción? Es el valor actual de sus flujos de caja futuros.
— Dave Schindler, gestor de carteras
Valoración frente a precio: una diferencia fundamental
Un concepto a menudo incomprendido es la diferencia entre valoración y precio. El precio no es más que lo que alguien está dispuesto a pagar. La valoración, sin embargo, requiere análisis, puesto que refleja una evaluación más profunda del potencial de beneficios de una empresa, su trayectoria de crecimiento y los riesgos inherentes para alcanzar esos resultados. En última instancia, los beneficios y los flujos de caja deben respaldar el precio a largo plazo. En caso contrario, es probable que las rentabilidades futuras decepcionen.
También cabe destacar que un precio bajo no indica necesariamente que una acción esté infravalorada, del mismo modo que un precio elevado no significa automáticamente que sea cara. La verdadera medida de valor radica en lo que sucede después de comprar una acción: ¿el precio pagado concuerda con su valor intrínseco? Por ese motivo, los inversores a largo plazo se centran en la valoración para determinar si están pagando un precio adecuado o con descuento en comparación con el verdadero potencial de beneficios de una empresa. Esto contrasta con creces con los operadores, que ponen el foco en el precio y dan prioridad a las fluctuaciones de precios a corto plazo, las cuales suelen estar motivadas por el sentimiento, la dinámica o los factores técnicos del mercado.
Momento en que la valoración es más importante
Por regla general, la valoración resulta más crítica en periodos de extremos del mercado, ya se trate de fases alcistas marcadas por la euforia o de espirales de ventas provocadas por el pánico. El comportamiento humano, incluso cuando se basa en algoritmos, garantiza que los mercados seguirán experimentando esos extremos. Aunque pueden registrarse cambios bruscos en el sentimiento, el valor intrínseco de una acción sigue siendo mucho más constante, lo que crea oportunidades para los inversores disciplinados.
Los modelos de valoración tradicionales pueden diferir en cuanto a su aplicación y enfoque, así como en términos específicos de sectores y empresas, pero estas herramientas resultan increíblemente útiles para comprender el valor de un negocio. Además, ayudan a los inversores a evaluar las primas de riesgo en mercados concentrados y a evitar un exceso de exposición a operaciones masificadas. No obstante, en el caso de empresas en fases iniciales o con un crecimiento muy elevado, los parámetros tradicionales pueden aportar menos información, puesto que se basan en gran medida en hipótesis sobre beneficios en un futuro lejano. Estos escenarios exigen una convicción más fuerte, puesto que los riesgos de sobrestimar el crecimiento y subestimar las dificultades aumentan exponencialmente cuanto más lejos en el futuro apunten los pronósticos. En esencia, si la fe y la suerte se convierten en parte de un modelo de valoración, el margen de error aumenta.
Motores y riesgos del mercado actual: un ejemplo aleccionador
Aunque los titulares recientes han aplaudido la rentabilidad superior de las acciones cíclicas y tecnológicas, impulsada por factores como el ciclo de inversiones de capital en IA, la relajación monetaria y los estímulos fiscales, creemos que la prudencia está justificada. El actual entorno de mercado, caracterizado por el dinero fácil, las innovaciones tecnológicas y niveles récord de participación accionarial en empresas individuales, exhibe todos los atributos de una burbuja.
Por lo general, observamos una fuerte correlación entre la inversión de los hogares en acciones y la valoración, como se muestra en el gráfico 1. Hoy en día, la renta variable representa casi el 45% del patrimonio financiero de los hogares estadounidenses, el nivel más alto jamás registrado. Esta mayor inversión ha contribuido, en parte, al aumento de los niveles del ratio precio-beneficios, y el actual ratio PER de Shiller solo ha sido superado por el que precedió a la burbuja de las puntocoms a principios de la década de los 2000.
No obstante, es poco frecuente que las burbujas revienten simplemente por el paso del tiempo. Más bien se desmoronan cuando los ingresos defraudan a causa de una desaceleración del crecimiento o cuando suben los tipos de interés, lo que crea problemas para quienes se han apalancado en exceso. Como se dice en el mundillo, los peores préstamos se contraen en las mejores épocas. En estos momentos, no hay indicios de que los tipos de interés vayan a subir en Estados Unidos; de hecho, las expectativas apuntan a nuevos recortes durante el próximo año, y el apoyo fiscal sigue siendo sólido. Sin embargo, acontecimientos como una perturbación imprevista en la inflación que podría empujar al alza los tipos o fisuras en los argumentos a favor de la IA podrían hacer descarrilar el dinamismo actual.
Cabe señalar que las valoraciones del S&P 500, en varios parámetros, están dentro del 10% de sus niveles más exigentes desde principios de la década de 1990, como se ve en el gráfico 3. Parte de este incremento puede deberse a los cambios estructurales que ha sufrido la economía estadounidense en los últimos 30 años, con muchas empresas que requieren menos intensidad de capital y generan márgenes de beneficios más elevados, pero resulta complicado justificar que todo el mercado se contrate a niveles próximos a las cotas máximas de todos los tiempos.
Al llevar a cabo un desglose por sectores, las valoraciones actuales siguen siendo elevadas (gráfico 4), lo que subraya la importancia de ser selectivos y conscientes de la posible evolución de los beneficios para alcanzar esas valoraciones.
Un aspecto inherente de la inversión es asumir riesgos, pero la clave es que estos tengan probabilidades de verse recompensados. La valoración, en esencia, es la visión colectiva sobre el futuro que tienen los inversores. Cuando las valoraciones crecen hasta los niveles de los que somos testigos en estos momentos, reflejan expectativas optimistas, pero incluso las buenas noticias pueden causar desencanto si esas expectativas son demasiado altas. A medida que aumentan las valoraciones, el margen de error mengua, y el riesgo puede pasar a ser asimétrico, de modo que el riesgo bajista supere al potencial alcista. Por consiguiente, resulta esencial evaluar con cuidado los posibles riesgos en un contexto prospectivo. La capacidad de una empresa para generar beneficios y crecimiento del flujo de caja con el paso del tiempo es lo que determina su valor en última instancia, y los inversores deben ser fieles a este principio.
¿Qué deberían considerar los inversores?
En el caso de los inversores a largo plazo que privilegian tanto el crecimiento como la preservación del capital, otorgar una mayor importancia a las valoraciones se revela cada vez más prudente a medida que estas prosiguen su ascenso. Esto no significa evitar todas las oportunidades de alto crecimiento, sino adoptar un enfoque exigente y disciplinado. Conviene basarse en la calidad y la resiliencia, en lugar de confiar únicamente en parámetros simplistas o evaluaciones genéricas. Es esencial adoptar una perspectiva holística que combine tanto factores cuantitativos como datos cualitativos para distinguir el verdadero valor de la mera dinámica de los precios.
Un resultado satisfactorio requiere más que esperanza; precisa de estrategia. Si bien la dinámica y la exuberancia pueden representar fuerzas potentes, los inversores deben permanecer atentos en relación con lo que debe suceder con los beneficios futuros para justificar unas valoraciones elevadas. No capturar parte del alza a corto plazo puede ser el precio de mantener la disciplina, pero es una pequeña concesión para evitar riesgos sin recompensa.
Conclusión: Inversión activa y selectiva basada en la valoración
La valoración sigue siendo la base de las rentabilidades a largo plazo y la gestión eficaz de los riesgos Aunque las valoraciones de mercado elevadas y las condiciones favorables de la actualidad (como el dinero fácil y las innovaciones tecnológicas) podrían sugerir un cambio de paradigma, la historia pone de manifiesto que los precios no pueden subir de forma indefinida si no están respaldados por los beneficios. La valoración siempre es importante, puesto que refleja la sostenibilidad de las rentabilidades y los riesgos inherentes para conseguirlas.
Si bien el entorno presente muestra los atributos de una burbuja, no estamos diciendo que haya una inminente. Más bien insistimos en que se dan las condiciones para ser prudentes, ya que las valoraciones elevadas reducen de forma natural el margen de error. Esto hace que la disciplina y la selectividad resulten esenciales para desenvolverse en los mercados de hoy en día. Los inversores deben evaluar con cautela si las valoraciones elevadas están justificadas por expectativas realistas de beneficios y flujos de caja futuros.
También es fundamental reconocer que la valoración no es una simple fórmula matemática. Los parámetros tradicionales, como el ratio precio-beneficios o precio-valor contable, son útiles pero incompletos. La verdadera valoración requiere un análisis prospectivo de los riesgos y las oportunidades, muchos de los cuales son inciertos por naturaleza y difíciles de cuantificar. Una empresa que parece cara según los parámetros tradicionales puede seguir ofreciendo un magnífico valor si su potencial a largo plazo supera los riesgos.
Al hacer hincapié en la calidad, la resiliencia y una evaluación holística de los riesgos y el potencial de crecimiento futuros, los inversores pueden gestionar mejor la incertidumbre y posicionarse para obtener una rentabilidad sostenible a largo plazo en la complicada coyuntura actual.
El mensaje es claro: obviar la valoración no es un «nuevo paradigma», es jugársela.
Las opiniones expresadas en este material pertenecen al Grupo de estrategias e información de MFS, parte de la unidad de distribución de MFS, y pueden diferir de las de los gestores de carteras y analistas de MFS. Estas opiniones pueden variar en cualquier momento y no deben interpretarse como asesoramiento de inversión del Asesor, como recomendaciones sobre títulos-valores ni como indicación de intención de negociación en nombre de MFS. Las previsiones no están garantizadas.
La diversificación no garantiza la obtención de beneficios ni la protección frente a pérdidas. Las rentabilidades pasadas no garantizan los resultados futuros.