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La inversión indexada diluye el capitalismo

Rob Almeida analiza la indexación ha amplificado la desconexión entre las valoraciones y los fundamentales.

Robert M. Almeida

Estratega de inversión mundial

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En resumen

  • El capitalismo presenta sus aspectos negativos, aunque no hay ningún sistema que asigne mejor los recursos.
  • El resultado es una economía compleja y que se adapta.
  • Sin embargo, la indexación ha amplificado la desconexión entre las valoraciones y los fundamentales.

Si bien todos los sistemas económicos tienen sus inconvenientes, el capitalismo, desde su inicio hace varios siglos, ha resultado funcionar mejor que las alternativas. Aunque muchas personas han quedado marginadas en distintos momentos, el capitalismo ha demostrado su mérito para asignar los recursos de la sociedad mejor que las decisiones de un colectivo de unos pocos.

No obstante, la ventaja del capitalismo en términos de eficiencia tiene unos costes. Una de sus desventajas estriba en la naturaleza impredecible de los ciclos económicos. Tengo la impresión de que, antes de que termine el primer trimestre de cada año, la mayoría de las previsiones económicas y de los mercados financieros elaboradas a finales del año anterior terminan en la papelera, pues los analistas reaccionan ante unas circunstancias nuevas y distintas. 

Si bien este es uno de los precios que se han de pagar por vivir en un sistema basado en el mercado para asignar los recursos, ¿por qué sucede? Y, aún más importante: ¿qué podemos aprender de ello y por qué es relevante?

Un sistema complejo y que se adapta

Las decisiones racionales pueden predecirse, pero son las decisiones inesperadas o sorprendentes de algunos, y los consiguientes efectos sobre la mayoría, lo que suele echar por tierra las predicciones económicas y de los mercados financieros.

El capitalismo requiere unas señales de precios sin trabas para que los recursos se asignen de forma eficiente. Esas señales ayudan a establecer un equilibrio entre las fuerzas naturales del mercado, en concreto entre la oferta y la demanda, para todo: desde el precio del chicle al de los coches, los costes de financiación o las cotizaciones de las acciones y los bonos. La sociedad, desde los consumidores a los empresarios pasando por los inversores, modifica todo el rato su comportamiento en función de las variaciones en los precios.

Los economistas lo llamarían un sistema complejo y que se adapta. Se revela complejo porque cientos de millones de personas toman docenas de decisiones cada día. Y se adapta porque las variaciones en los precios llevan a cambios en el comportamiento. Y lo que es más interesante: como los humanos tenemos emociones y sesgos subconscientes, a veces tomamos decisiones basándonos simplemente en el comportamiento de los demás, influyendo en lo que, de no ser así, podría haber sido una decisión racional. La combinación de la complejidad y adaptabilidad del capitalismo suele traducirse en unos resultados radicales y sorprendentes.

Relevancia en la actualidad

Las medidas adoptadas por los responsables de la formulación de políticas en reacción a la crisis financiera mundial de 2008 consistieron en reducir los tipos de interés e inyectar capital a las entidades financieras. Los tipos se rebajaron hasta unos niveles históricamente artificiales durante más de una década, mientras la velocidad del dinero descendía y los riesgos de deflación se aceleraban. Todo esto ya lo saben. 

No obstante, cabe recordar que los tipos de interés representan el precio del tiempo y el coste del capital. Son el primer obstáculo a superar en cualquier decisión de asignación del capital. Sin embargo, su precio no era una función de la oferta y la demanda naturales. 

El desequilibrio existente en los tipos de interés desde hace muchos años ha entorpecido el proceso de formación de precios del capitalismo. Y si bien las correcciones que llevan tiempo gestándose en la economía y los mercados financieros aún no se han materializado, esto no significa que no vayan a producirse. 

La socialización de las pérdidas de capital en el periodo posterior a la crisis financiera mundial allanó el camino para un crecimiento enorme de la inversión indexada. Los inversores están dispuestos a pagar una remuneración por las perspectivas de que los gestores activos limiten sus posibles pérdidas, pero no ven un motivo para hacerlo cuando los bancos centrales les están haciendo el trabajo.

Eso podría sonar como una perspectiva quejica y sesgada de un gestor activo que ha perdido cuota de mercado frente a los vehículos pasivos. Algo hay de cierto. No obstante, dado que los vehículos pasivos hoy en día representan más de la mitad de los activos a invertir y la mayor parte del capital de inversión adicional, las ineficiencias aumentan sin cesar.

Los mercados financieros, cuando no están entorpecidos por unos tipos de interés suprimidos, hacen fluir el dinero hacia las empresas con las mejores perspectivas de rentabilidad del capital ajustada al riesgo y lo retiran de las empresas con las peores perspectivas. Esta es la versión de Wall Street de la selección natural, y es así cómo funciona el capitalismo.

Sin embargo, eso no es lo que sucede hoy en día. Se están asignando grandes cantidades de capital en función de la capitalización bursátil, y no de qué oportunidades podrían ofrecer las mejores rentabilidades ajustadas al riesgo. La indexación representa una inversión basada en el impulso: acelera las ineficiencias de los mercados financieros y económicas acumuladas tras los estímulos de la década de 2010 y los de la pandemia. 

Es cierto que algunos de los grandes componentes de los índices son empresas con unos elevados rendimientos. Sin embargo, esto no significa que no exhiban unas valoraciones desorbitadas debido a los nuevos mecanismos de funcionamiento del sistema financiero y la creciente desconexión entre el precio y los fundamentales. Y, lo que tal vez sea aún más importante, muchas de las empresas que atraen más capital podrían enfrentarse a un riesgo importante de obsolescencia debido a la inteligencia artificial.

Conclusión

Nuestro sistema capitalista ha demostrado ser el modo más eficiente de distribuir los recursos. No obstante, requiere unas fuerzas de mercado sin trabas para generar las señales de precios correctas. Cuando esas señales están distorsionadas, eso suscita problemas.

Los humanos a veces toman decisiones irracionales y, a medida que los ciclos económicos avanzan, esto suele suceder más, ya que la gente trata de enriquecerse con rapidez. Cobra cierta relevancia tener en cuenta este factor al gestionar los patrimonios de otras personas.


 

Las opiniones expresadas pertenecen al autor o autores y pueden variar en cualquier momento. Dichas opiniones se ofrecen exclusivamente a título informativo y no deberán considerarse una recomendación para comprar ningún título ni una incitación o asesoramiento de inversión. Las previsiones no están garantizadas.

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